- Mátala - dijo el Espantajo, casi susurrando, acezando, con los dientes
apretados, la voz muy dura pero con un tono disipado, deletreando,
poniendo énfasis en la “a” del final que redondeaba abriendo los labios
cuanto pudiera.
- Mátalaaaaaaa.
Galaor
se lanzó con toda la fuerza de su cuerpo formado para la cacería.
Primero inclinó el peso hacia adelante, las patas se agazaparon
flexibles; en un instante, con un zarpazo rápido, logró coger a la
paloma antes de que inicie la huida y le metió un mordisco en la parte
más carnosa del cuerpo. Movió la cabeza con violencia, primero hacia la
derecha, luego hacia la izquierda. Con otro par de movimientos iguales
pudo controlar el pequeño cuerpo mientras caían algunas plumas desde
los dientes. La paloma dejó de oponer resistencia. Galaor entonces
abrió la boca y la volvió a cerrar, se acercó hacia el Espantajo y dejó
caer a la paloma sobre sus botas. Era un amasijo de plumas y baba,
apenas se adivinaba la cabeza del animal, los ojos abiertos, como
disecados.
- Buena - le dijo el chico al animal, acariciando el pelaje naranja que
llevaba sobre el lomo, mientras dejaba suelta la mirada sobre la paloma
tendida en la vereda.
El chico sonrió sin ganas y empezó a caminar junto al perro dejando atrás el juego de la cacería inútil.
- Maldito - se escuchó desde el otro lado del parque.
El
Espantajo se sacó la cadena que llevaba a la cintura y Galaor paró en
seco, olfateando el aire. Una mirada verde se deslizó entre la hierba
recorriendo de este a oeste el jardín municipal, con las manos de uñas
diminutas - se las comía - se acomodó el cuello de la casaca de cuero,
luego metió lentamente una mano en el bolsillo para buscar el último
cigarrillo de la tarde.
Autora: Rocío Silva Santisteban
Procedencia: Lima, Perú
Género: Cuento / Relato
Idioma: Español
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