El timbre había interrumpido mi sueño a las tres y cinco de la
madrugada. Tengo un reloj colgado en la pared izquierda, que es el lado
por donde generalmente duermo. Por eso, apenas abrí los ojos y, a pesar
del aturdimiento, me encontré con el círculo fosforescente de siempre
que movía su segundero silenciosamente enmarcado en la pared. No sé,
son esas cosas que uno tiene cuando despierta, o lo despiertan: tratar
de comprobar que ha sido una equivocación y que aún no es la hora de
levantarse.
Entonces el timbre de la puerta volvió vibrar con una frecuencia aguda que nunca me había gustado. Uno piensa de todo y a la vez no sabe exactamente qué pensar cuando lo despiertan de abrupto con una llamada a la puerta en la madrugada. Me vino la imagen de César, el otro inquilino que a veces solía llegar a la mil quinientas horas totalmente ebrio: lo maldije por anticipado. Luego recordé que él había viajado por trabajo hacía dos días y que no volvería sino hasta dos días después. Entonces ¿Quién? Esperé el siguiente timbrazo, pero éste demoraba, y pensé en la dueña de la casa o en su hijo que a lo mejor llamaba por alguna razón; cualquier razón en ellos tendría que ser mala para mí. Madre e hijo solterón sólo se acercaban para importunar ya sea a mí o a cualquiera de los inquilinos. Recordé que entre mis prioridades de ese año estaba el buscar otro cuarto en un lugar muy distante de esos dos enajenados.
Entonces el timbre de la puerta volvió vibrar con una frecuencia aguda que nunca me había gustado. Uno piensa de todo y a la vez no sabe exactamente qué pensar cuando lo despiertan de abrupto con una llamada a la puerta en la madrugada. Me vino la imagen de César, el otro inquilino que a veces solía llegar a la mil quinientas horas totalmente ebrio: lo maldije por anticipado. Luego recordé que él había viajado por trabajo hacía dos días y que no volvería sino hasta dos días después. Entonces ¿Quién? Esperé el siguiente timbrazo, pero éste demoraba, y pensé en la dueña de la casa o en su hijo que a lo mejor llamaba por alguna razón; cualquier razón en ellos tendría que ser mala para mí. Madre e hijo solterón sólo se acercaban para importunar ya sea a mí o a cualquiera de los inquilinos. Recordé que entre mis prioridades de ese año estaba el buscar otro cuarto en un lugar muy distante de esos dos enajenados.
Autor: Richar Primo
Procedencia: Lima, Perú
Género: Cuento / Relato
Idioma: Español
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