El indiano gritó
nuevamente, cogió a la bestia por las quijadas con ambas manos, abriéndole la
boca fuertemente, lo mostró al público. Éste respondió con aplausos y gritos.
El anunciador gritaba: “¡No, no, ya basta, suéltalo, suéltalo moreno!”. El
público seguía aplaudiendo ante tal demostración de fuerza y valor, entonces
ocurrió lo inesperado. En la postura en que se encontraba, el gigante hizo un
gesto feroz y comenzó a abrir cada vez más las quijadas del animal, luego, un
chasquido seco, silencio absoluto en los espectadores, sólo gestos de horror, admiración
e incredulidad. Me trepé en un banco de madera para ver mejor el espectáculo. Y
lo vi. En la mano derecha del Indiano se encontraba la quijada inferior del
animal ¡con toda la lengua fuera del cuerpo!. El moreno tenía levantada aquella
mano, como mostrándola al público. Sangre en el piso, en el aire y escurriéndose
por el brazo del indiano. Personas del público que se caían al retroceder por
la impresión de aquel acto. Otros con náuseas ante la presencia y el olor de la
sangre. Todo se volvió un caos, yo estaba en el suelo, me caí cuando la gente
retrocedió en forma abrupta. Me puse en pie inmediatamente. El moreno gigante
volvió a gritar fuertemente, con la quijada del animal aún en la mano, buscaba
desesperado la salida de la jaula, el rostro completamente desfigurado por la
furia y el esfuerzo realizado.
Autor: Jorge A. Mesía Hidalgo
Procedencia: Lamas, San Martín, Perú
Género: Cuento / Relato
Idioma: Español
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