A pesar de la dosis sedante y el vaso de cogñac
tibio, el cuerpo, completamente lúcido, continúa vibrando. Ligeramente
tenso y deseoso; mientras tanto, tú duermes.
No
sólo el vientre inmóvil, la piel acartonada, los poros hormigueando
como cristales interiores puntiformes y el deseo abierto, sino también
y aún más, la casi urgencia de haberme arrimado en la oscuridad y haber
topado un cuerpo, haberme cobijado en axilas profundas. Pero tú,
duermes.
Duermes, mientras alguien me
golpea por dentro. Puedo sentir sus pequeños manotazos dulces y sin
embargo, tendré que encontrar la forma de contenerme, de evitar
cualquier movimiento que pueda evocarme tu antigua calidez: ahora, soy
tu esposa.
Habré de negarme. Negar
necesariamente tu imagen próxima pero impalpable. Resignarme a esta
semejanza. No como antes, como cuando no tenías siquiera que tocarme:
bastaba que el aire despejara el olor de la estancia y ya no quedara ni
la humedad de los libros ni el agua fermentada de las flores en los
jarrones, sino tu aroma, eso bastaba para que yo quisiera ser tocada,
porque había sentido ya el apremio de tus músculos. (Nadie los conocía
como yo…)
Autora: Ana María García
Procedencia: Lima, Perú
Género: Cuento / Relato
Idioma: Español
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